Para tener en cuenta

La información es proporcionada solo con fines informativos y no debe ser usada con fines de diagnóstico o tratamiento. Además no debe sustituirse para diagnóstico y tratamiento profesional. No soy oftalmologa, solo presento noticias e informes que no suplantan la información del medico profesional.

martes, 28 de febrero de 2012

LA HISTORIA DE FABRICIO...

Su ceguera congénita no ha sido obstáculo para que aprenda música


Había sido el más feliz de sus cuatro partos porque no había tenido ni la más leve complicación, por eso cuando Yolanda Leiva dio a luz a aquel niño sonrosado, de hermosos ojos color miel, no se imaginó que su vida estaría rodeada de tinieblas.

Fue hasta los dos meses de nacido que se dio cuenta que el pequeño Fabricio tenía problemas de visión, pero aún así se resistía a creer que fuera ciego.
“Noté algo raro en él porque le tomaba fotos y no parpadeaba, entonces lo llevé adonde el oftalmólogo Luis Boquín, quien me dijo que al bebé no se le había desarrollado la retina y que por lo tanto no podría ver”.

Con la esperanza de que aquel diagnóstico fuera equivocado, la madre consultó otros especialistas hasta que uno le garantizó que el problema se podía operar cuando el niño estuviera mayorcito. Mientras tanto, le recetó lentes graduados para que mejorara la visión y los ojitos no se le desviaran hacia los lados.

Doña Yolanda aún conserva aquellos anteojos “fondo de botella” que Fabricio anduvo puestos durante seis meses sin poder percibir ni el más leve resplandor.

Al fin tuvo que aceptar la dura realidad cuando otro médico confirmó el diagnóstico inicial de Boquín. Si el niño era operado, más bien le podrían dañar algún nervio causándole trastornos en el cerebro.
Ni el pequeño lo hubiera aceptado si hubiese tenido uso de razón en aquel tiempo, pues ahora que tiene 13 años; dice: “Prefiero estar ciego que loco, porque ciego al menos puedo razonar”.
El menor escucha a su madre hablar sobre aquellos días aciagos, sentado en un sofá en su casa de la colonia El Carmen mientras pasa sus dedos por una cartulina con escritura en Braille.

Recuerda la madre que tenía 20 meses de nacido Fabricio cuando descubrió que en la ciudad había una escuela para ciegos adonde lo llevó sin vacilar. Esa decisión le cambió la vida a ambos porque ella encontró un apoyo para aliviar su angustia y a él se le abrió la esperanza de poder ver con los ojos del conocimiento.
Mientras el pequeño aprendía manualidades y destrezas para desarrollar sus otros sentidos, la madre permanecía en la escuela para poder darle de mamar. Lo esperaba hasta que salía e incluso lo bañaba y cambiaba durante los recesos.

Ha sido tal su apego a la educación de su hijo, que doña Yolanda aprendió el sistema de escritura Braille con el fin de ayudarle en sus tareas.

Juntos hacen las tareas. Cuando él termina los deberes escolares en las letras de puntitos de la escritura Braille, la madre la traduce a la escritura normal para que los maestros la puedan leer.
Fabricios escribe a veces valiéndose de un punzón especial y otras en una máquina Braille que le dieron como premio por su dedicación, en la escuela especial.

Ya es locutor
La luz de los ojos que la vida le negó a Fabricio se la dio de sobra en su inteligencia, como lo demuestran los muchos reconocimientos y premios que ha obtenido no sólo en la Escuela Luis Braille, sino también en el centro privado donde hizo su primaria, y en el instituto Primero de Diciembre donde actualmente estudia locución.

Su ceguera tampoco ha sido obstáculo para que el muchacho aprenda música ni pueda jugar al fútbol con sus amigos o deslizarse con su patineta por la acera de su casa.
En un pequeño teclado que le regaló un tío toca no solamente alabanzas cristianas, sino también música tropical cuando no está en el colegio o ayudando en las labores domésticas.
“Limpia los muebles y barre, pero lo que más le gusta es trapear. No puede estar de balde, se pone irritado cuando no encuentra nada que hacer”, dice su madre.

Aunque solamente ha hecho el primer curso en el Instituto Primero de Diciembre, ya se estrenó como locutor en una emisora local donde hace comentarios y análisis de los partidos de la liga de fútbol.
Dice con orgullo que recientemente entrevistó al jugador del Maratón  Bombero Ramírez para el programa Antesala Deportiva de Radio Fabulosa con la cual colabora. Su satisfacción es mayor por cuanto es aficionado al equipo verdolaga.

El tío lo lleva de vez en cuanto al estadio cuando juega su equipo y es como si estuviera viendo a los jugadores porque sigue las jugadas a través de un radio portátil que siempre lleva consigo. Nadie al oírlo gritar ¡ gol! se imagina que el chico es invidente.

Lo mismo cuando le tocaba llevar el estandarte de su escuela en los desfiles patrios por ser alumno distinguido, o servir de acompañante a la reina infantil de las flores, no se notaba que iba guiándose por sus otros sentidos.

Cuando juega fútbol con sus primos o sus compañeros sigue la trayectoria de la bola por los ruidos que produce al ser pateada o rebotar en la grama, pero además se vale de su intuición y los gritos de los otros jugadores.

Las satisfacciones que Fabricio le ha dado a doña Yolanda han compensado con creces aquellas aflicciones que ella vivió cuando no sabía qué futuro le esperaba al niño. Pensaba que ni siquiera un diploma de él podría colgar en la pared y resulta que ahora no hay donde guardar tantos reconocimientos y medallas.

Nunca renegó de su suerte, aunque reconoce que lloraba cuando el niño se aferraba a ella como su única esperanza. Ahora respira más tranquila y dice: “Si el Señor me lo quiso dar así, debo tomarlo como una bendición”.

Sigue adelante pese a las dificultades económicas
No obstante que ya está en el colegio, Fabricio Rodríguez continúa asistiendo a la Escuela para Ciegos Luis Braille donde aprende destrezas para poder realizar las actividades diarias que desarrolla una persona normal. Cuando estaba niño le enseñaron hasta cómo calzarse y vestirse. Hoy que va para adulto aprenderá a cocinar entre otras muchas actividades que requiere una persona para enfrentarse a la vida.

Debido a la difícil situación económica que enfrentan los padres, el pequeño aún no ha sido matriculado en el Instituto semiprivado Primero de Diciembre donde este año cursará el segundo año en la carrera de locución.
La familia depende únicamente del sueldo del jefe de casa Ramón Adalberto Rodríguez, quien trabaja como obrero, ya que la madre se dedica únicamente al cuidado del muchacho a quien a diario acompaña hasta su centro de estudios.

La madre Yolanda Leiva lamentó que no le hayan podido conseguir una beca a Fabricio pese que se graduó con altas notas en la Escuela María Argentina Cruz de la colonia El Carmen.
Recordó que en cierta ocasión ni siquiera pudo ir a recibir un diploma de reconocimiento que le otorgaron en el instituto donde él estudia porque no tenía el dinero para el pasaje.

Un tío y una tía son quienes a veces le ayudan a suplir algunas necesidades que el muchacho tiene en materia de útiles escolares. Aparte de la cuota del colegio y de los libros que le piden, el joven requiere los materiales adicionales para escribir con el método Braille.

Fuente: http://www.laprensa.hn/Secciones-Principales/Honduras/Apertura/Fabricio-hace-brillar-su-talento-entre-las-tinieblas

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Cuando se apaga la luz. Mi historia con Maculopatia

Cuando se apaga la luz. Mi historia con Maculopatia
No soy escritora, ni pretendo serlo, solo tuve la necesidad de dar un mensaje de aliento, dejar palabras positivas e informar, porque ese es el objetivo que tengo muy fuerte.Una enfermedad sea cual sea, puede vivirse de dos maneras: sentado lamentándose por lo que no se tiene o seguir adelante afrontando lo que nos tocó. Mi historia es simple, sencilla, pero escrita con el corazón.Estoy convencida que si sale de nuestro interior seguramente será suficiente para que te emocione, te movilice, te lleve a tomar la vida con otra mirada.Seguir siempre y a pesar de caer, ¡volver a levantarse! “Lo esencial es invisible a los ojos, solo se ve con el corazón…”